10 noviembre 2003

El sargento cobarde.

Cada vez lo tengo más claro, el futuro sólo se podrá escribir con la palabra educación. Recientemente he leído, en varios medios de comunicación, sobre la rebelión de varios pilotos militares israelíes a realizar ataques “selectivos”, sobre zonas densamente pobladas. Antes ya lo habían hechos militares del ejército de tierra, y hoy leo la historia de un sargento de las fuerzas especiales americanas, boinas verdes, en Irak. El sargento, en cuestión, que había sido entrenado para lo peor, no pudo soportar la terrible realidad de ver a un soldado iraquí convertido en un amasijo de vísceras y de sangre. Por un momento se dio cuenta de que ese amasijo de carne podría ser él mismo, y le entró un pánico irresistible que no ha podido superar. Le llaman “cobarde”, pero las cosas no deben estar tan claras cuando el caso ha trascendido de forma tan notable.
En el fondo, la cuestión es la misma, el enemigo ya no es visto como algo ajeno a destruir, se toma conciencia de que es otro ser humano y se es capaz de ponerse en su lugar. La calidad humana de la persona es la base necesaria para esa toma de consciencia, pero la educación que haya recibido esa persona es esencial y, en esa educación, la base necesaria debe ser el respeto absoluto a los derechos elementales del hombre.

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