15 septiembre 2016

El intruso y la educación



Al arrancar el coche escuché un ruido bajo el capó y vi salir corriendo una extraña y oscura bolita de pelo. Como ya teníamos cinco gatos en el jardín y no deseábamos uno más, en varias ocasiones intentamos capturar al intruso para llevarlo a un centro comercial, cerca de casa, donde hay bastantes gatitos a los que les ponen comida (y así evitan las ratas). Fue inútil,  no pudimos capturarlo, creció en la clandestinidad de los rincones del jardín. No tuvo madre, pero tuvo hermanos mayores. En concreto uno de los gatitos, de carácter más apacible, en cierta forma lo adoptó. Donde iba su hermano mayor iba él, pero la diferencia de comportamiento con nosotros era abismal: el pobre intruso nos tenía un miedo atroz, como es natural.
Hay dos clases de gatos, los que crecen entre las personas y se dejan acariciar desde pequeños y los que crecen sin ese contacto humano. Nuestro intruso, de forma asombrosa sin que nosotros lo educáramos, fue socializado por sus hermanos adoptivos y en la actualidad es uno más entre ellos, incluso diré que casi ha conseguido ser nuestro favorito.