07 mayo 2016

La casa sosegada




Hace unos años, en el suplemento dominical de El País, había una seción dedicada a Antonio Gala que se llamaba la "Casa sosegada". Entonces le envié una poesía que paso a reproducir a continuación:









La palabra, en tu pluma, es poderosa.
Tu casa nos acoge, tú nos hablas
de cariño, de tu perro de tu alma.
En tu hogar con la prosa más hermosa

nos deleitas y elevas, nos confortas.
Escuchando tu sosegada charla
nos mecemos, Antonio, en tu morada
como se mece, al viento, la gaviota.

Cada semana brillas cual mil soles, 
no cedes a la farsa ni al engaño.
Es la casa de todos tus lectores,

el refugio buscado y bien hallado,
lugar donde los pobres corazones
retozan en el más bello remanso.

El mayor de los dolores


Hijos y padres
Mi hija pequeña, de 16 años, ha venido del instituto y nos hemos puesto a comer los dos. Al momento me ha preguntado si me encontraba bien de ánimo… me tenía que contar algo malo. He pensado en sus estudios, algún suspenso, alguna mala noticia del instituto… Le he dicho que estaba bien y me lo ha contado: un amiguito suyo, compañero desde los tres años, en la escuela primaria y en el instituto, había fallecido de cáncer… Me han caído las lágrimas, aunque ya sabía que estaba muy grave y se esperaba el desenlace, pero además me ha conmovido la entereza de mi hija que, a pesar de su dolor, había pensado antes en el mío.
No concibo un mayor dolor en el corazón de esos padres. La vida, como le he dicho, no es justa. Descansa en paz, pequeño ángel.

Publicado en el Levante-emv, el 7 de mayo del 2016.