16 marzo 2004

Madrid, te queremos.


En el post anterior, del 10 de marzo, hablaba sobre la muerte de dos personas queridas. En cierta forma fue premonitorio de la masacre que nos esperaba el 11 de marzo en Madrid. La muerte tiene el poder de dejar las cosas en su sitio, nos hace comprender de forma diáfana lo que importa y lo que no importa. Las pequeñeces cotidianas, de las que nos va llenando la persona desaparecida, se vuelven inmensos vacíos imposibles de llenar.

Qué inmensidad pueden llenar 200 personas, me estremezco y soy incapaz de imaginármelo.