17 febrero 2009

Noticias de vida

Los años y las penas nos van arrebatando esperanzas, lozanía, ilusiones... Van cubriendo los fulgores de nuestra juventud; merman nuestras fuerzas y nos ganan, una a una, las batallas de la vida.

Cuántas veces la guerra parece perdida, y el último rescoldo de vigor apagado. Entonces, cuando menos se espera, por sorpresa, nuestro corazón es capaz todavía de rendir al enemigo, y de ganarle alguna batalla. Su reconfortante y fugaz victoria nos permite seguir librando batallas en una guerra, de antemano, perdida.

Ayer, cuando fui a visitar a mis padres, asistí a una de esas gloriosas y breves victorias. Radiantes, me enseñaron una tarta: iban a celebrar los cincuenta años del día en que se hicieron novios. Después de meses de espera y de superar, mi padre, dos recientes intervenciones quirúrgicas, sus corazones volvían a latir con esperanza. Ni los años pasados, ni las penas vividas, pudieron borrar el destello de vida en sus ojos.Volvieron a ser dos adolescentes, de trece y quince años; el tiempo desanduvo su camino;otra vez, por un instante, miraron a la vida con la ilusión que sólo es capaz de provocarun amor de tan corta edad.

Mientras me hablaban, sentí la ternura por los seres queridos; cuando se descubre su lado más frágil y humano. Me reconfortó el percibir la única parte, de nuestro ser, capaz de ganarle batallas al tiempo...

Hace trece años tuvieron el detalle de publicar esta carta en el periódico Levante de Valencia. Se cumplían 50 años desde que mis padres se hicieron novios y quise hacerles ese pequeño regalo. Hoy hace dos semanas que, después de una larga enfermedad, enterramos a mi padre y vuelvo a publicarlo en mi blog.

A mis padres Rosa Fargueta Roig y José Ruiz Benito (D.E.P).