04 junio 2010

El ángel de Vicente


Ha fallecido mi buen amigo Vicente Martí. Hace mucho me contó una estremecedora historia, tanto más impresionante viniendo de una persona con los pies bien sujetos al suelo, como era él. Me ha venido a la memoria a propósito del empeoramiento de su salud y posterior, y reciente, fallecimiento.


Ocurrió hace años, cuando permanecía junto al lecho de muerte de su padre. Una noche, empezó a ver a una joven y hermosísima mujer, vestida con bellos ropajes, que se acercaba a la puerta de la habitación. Intentaba entrar y él se lo impedía. Sabía que si la dejaba acercarse se llevaría a su padre y, durante días, trató de resistir y vencer el sueño para evitar que se lo llevara. Al final le venció el cansancio, cayó en un sueño profundo y cuando despertó sobresaltado se dio cuenta de que su padre había muerto.


Los últimos días, cuando ya sabía que Vicente se encontraba en el mismo trance, no he dejado de pensar en la hermosa mujer que se llevó a su padre. Sabía que volvería a por él y le daría la paz que le había quitado la terrible enfermedad que lo aquejaba. Él pensaba que esa mujer era la muerte, pero yo siempre he creído que era un ángel. Creo que en el último momento dejó que la viese otra vez y le dijo que lo iba a llevar junto a su padre.

01 junio 2010

Los ojos de la ballena


Una diminuta hamster, un gato, un monito, un toro o un elefante. En todos he observado la misma cándida mirada. Una mirada inocente, sin doblez, que nos descubre lo que están pensando, lo que van a hacer, lo que les preocupa o lo que les asusta. Esa mirada es como un hermoso libro abierto ante nuestra inteligencia y sensibilidad. Desde el animal más pequeño hasta el más grande son incapaces de ocultarnos su alma tan hermosa y blanca.

Nunca he visto, en vivo, una ballena y menos su mirada, pero podría asegurar que nos mostraría la misma alma. Recuerdo una escena en la televisión en la que se veía a una persona buceando alrededor de una inmensa ballena. Siempre recordaré el extremado cuidado del animal que se percataba, perfectamente, de que con un brusco movimiento sería capaz de destruir al extraño intruso. Ella con su "educación" natural era capaz de contener su enorme potencia para no dañar a la persona. ¿Dónde ha quedado nuestra educación natural? Con nuestro inmenso poder, fruto de la inteligencia que se nos ha dado, somos incapaces de respetar a la infinidad de criaturas que nos miran con sus inocentes ojos.

Y son hijos de la misma madre, la Tierra, e hijos del mismo padre, el Sol.