01 junio 2010

Los ojos de la ballena


Una diminuta hamster, un gato, un monito, un toro o un elefante. En todos he observado la misma cándida mirada. Una mirada inocente, sin doblez, que nos descubre lo que están pensando, lo que van a hacer, lo que les preocupa o lo que les asusta. Esa mirada es como un hermoso libro abierto ante nuestra inteligencia y sensibilidad. Desde el animal más pequeño hasta el más grande son incapaces de ocultarnos su alma tan hermosa y blanca.

Nunca he visto, en vivo, una ballena y menos su mirada, pero podría asegurar que nos mostraría la misma alma. Recuerdo una escena en la televisión en la que se veía a una persona buceando alrededor de una inmensa ballena. Siempre recordaré el extremado cuidado del animal que se percataba, perfectamente, de que con un brusco movimiento sería capaz de destruir al extraño intruso. Ella con su "educación" natural era capaz de contener su enorme potencia para no dañar a la persona. ¿Dónde ha quedado nuestra educación natural? Con nuestro inmenso poder, fruto de la inteligencia que se nos ha dado, somos incapaces de respetar a la infinidad de criaturas que nos miran con sus inocentes ojos.

Y son hijos de la misma madre, la Tierra, e hijos del mismo padre, el Sol.

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