13 enero 2006

Tempus fugit Tempus fugit

Esa sencilla frase encierra la esencia de este mundo: el tiempo pasa, huye, nada queda, todo cambia. El cambio anida en lo más íntimo del alma de este universo. El río fluye y nunca vuelve a ser el mismo para el filósofo griego. El “tao”, principal protagonista para la doctrina taoísta, es, fundamentalmente, el propio cambio; el ser último, sin nombre, que explica todo lo demás; el aliento que empuja los contrarios… Y así, nos sorprendemos hablando de algo etéreo, intangible, filosofía o pensamiento puro. Pero lo extraño es que a todo esto, también se llega haciendo física: física, la ciencia más pura y exacta. Porque la física moderna nos enseña que el reposo no existe; que cualquier mole de miles de kilos, aparentemente quieta, está formada por miles de millones de átomos y partículas subatómicas moviéndose en una carrera frenética, que parece huir de la “quietud”, sin ningún fin aparente. Los átomos nunca están quietos, se encuentran siempre vibrando, incluso en el cero absoluto, a 273º C bajo cero.

Es, por tanto, muy posible que el cambio continuo que observamos en nuestro mundo, sea consecuencia del movimiento sin fin de la materia. Algo la obliga a moverse y a vibrar sin descanso, y ese trajín aflora, antes o después, en nuestra dimensión cotidiana. Es inútil intentar abrazarse – para tener o retener – a un tiempo o a un lugar; a unas personas o a unas cosas, que van a pasar indefectiblemente. Podemos y debemos querer, amar pero nuestra querencia, si es sabia como la propia vida, estará impregnada del profundo perfume de la fugacidad, que lo acompaña todo y le da su verdadera dimensión.

12 enero 2006

El chico de la película.

No sé si se habrá hecho algún estudio sobre la enorme influencia del cine sobre nuestro comportamiento más íntimo, sobre nuestra forma de ver el mundo, la sociedad y las personas. Creo que el séptimo arte nos ha cambiado, ya nada es igual. Cuando caminamos por la calle, y nos sentimos bien, en muchas ocasiones, vemos la realidad como una película en la que somos el "chico", el centro de atención de una cámara oculta a la que incluso hablamos. Cuando conducimos nuestro coche, con el paisaje al fondo y las notas de nuestra canción favorita, que suena en la radio, envolviéndonos, somos el " chico de la película".

La contemplación de un filme nos identifica de forma total, en la mayoría de las ocasiones, con alguno de los protagonistas. Nos olvidamos de nosotros mismos durante unos minutos, para vivir una nueva vida; pero una vida en la que tenemos un papel importante. Así hemos vivido cientos de vidas diferentes, todas de protagonista. Salimos al mundo real y nos volvemos a encontrar con nuestro papel, la mayoría de las veces aburrido y anónimo, pero la película ha dejado su huella indeleble. Provocará, más pronto o más tarde, alguna reacción .

He observado - al menos esa es mi impresión -, que nos encontramos, cada vez más, en un mundo de protagonistas, donde todos se creen merecedores de todo lo bueno, de todas las distinciones y de todos los honores. Básicamente estoy de acuerdo y creo que es lo justo, pero hay algo que se nos suele olvidar: todos merecemos lo mejor, pero el esfuerzo para conseguirlo suele ser necesario.

El cine, y el efecto de refuerzo de la televisión , ha hecho que pasemos de una situación en la que los privilegiados vivían en mundos estancos e inaccesibles, para la inmensa mayoría resignada a su suerte de eternos segundones, a otra, totalmente contraria, en la que nadie se conforma con otro papel que no sea el del "chico de la película". Vivimos en un nuevo mundo en donde la realidad se encuentra distorsionada por el efecto CH.P.

11 enero 2006

Soy un ferviente admirador del escritor valenciano Manuel Vicent. En su columna del último domingo nos deleitaba con su buen hacer. Es capaz de traducir en palabras la propia vida. Nos habla del impetu del gallo que le despierta y llegamos a oirlo:

En La Habana me despertaba el gallo del vecino a las seis en punto de la mañana. Antes de que clarearan las cortinas y se oyera ningún grito en el solar el gallo cantaba con tanta energía que parecía que la historia de la humanidad iba a comenzar de nuevo en ese momento y esto sucedió desde mi llegada a Cuba durante una semana entera hasta que en la madrugada del nuevo año el gallo dejó de cantar. Al día siguiente, viendo que su silencio era muy consagrado, pregunté qué le pudo haber pasado al animal. Su cresta estará, tal vez, flotando en el mar, me dijeron, en cuya orilla habrá sido sacrificado a Changó, la divinidad que gobierna el vigor de los sentidos. Su sangre se la habrán dado a beber al santo, reservando la pechuga y los muslos para sus devotos. Nada ha cambiado. Antes de morir, con el tarro de la cicuta en la mano, también Sócrates recordó a su discípulo Critón que le debía un gallo a Esculapio, el dios de la salud. Este misterio socrático lo recordaba yo mientras sonaba el tambor de fundamento en la Casona de Cuca, en los altos del barrio de Víbora, durante la ceremonia en que una fracción contestataria de babalaos, sacerdotes de Ifá, lanzaba los augurios del año.

08 enero 2006

Obaba

Acabo de ver la deliciosa película de Montxo Armendáriz.La historia del pueblo de Obaba y de sus gentes atrapa a la protagonista y al espectador. Lo universal y lo particular, el presente y el pasado se funden en el relato que nos presenta Montxo. "Obaba is loosely based on Bernardo Axtaga's collection of short stories "Obabakoak", which won Spain's National Prize for Literature. Set in a fictional Basque town, Obaba follows Lourdes (Bárbara Lennie), a film student who has come to tape the town for a school project. She is soon drawn to some of the stories of the residents, all of which are told in flashbacks. These stories help Lourdes to understand the town, its people, and its secrets.

Montxo Armendáriz, who wrote the screenplay and also directed, has put together a fine film that blends the past and the present. Rather than use Lourdes simply as a device for prompting the villagers to tell their stories, she is an integral part of the movie. Lourdes is intrigued by the tales and the town's superstitions, and she soon begins to wonder if she has been caught up in and affected by it all. However, the film takes only a few of the stories from Axtaga's collection, and any political overtones don't seem to be present. The movie takes a more realistic tone and lacks any fantastical elements other than the mysterious blue-green lizards that seem to be indigenous to the area":Richard from Toronto.