17 diciembre 2007


Una tarde de otoño


Fue una tarde preciosa de otoño. Llegué a casa, subí a mi padre al coche y lo llevé a dar un paseo por la huerta de Alginet y Carlet. Está extremadamente débil y desanimado, y pensé que se animaría con el paseo: el sol todavía era generoso a las cuatro de la tarde; a la derecha el canal del Júcar que da de beber a Valencia; a la izquierda el campo bañado por ese sol cobrizo hasta donde llegaba la vista. Llegamos a nuestra antigua casita, junto al pino centenario, descansamos allí, recordamos los bonitos momentos pasados y reemprendimos el paseo por la carreterita que da al campo del tiro de pichón. Mi padre se animó un poquito, pero la enfermedad no perdona sigue haciendo mella y debilitándolo por momentos.

Llega la Navidad, y deseo con todas mis fuerzas poder ver la próxima en su compañía.Ese es, también, el primer deseo en la carta a los Reyes Magos de mi hija Zoe de ocho años, antes incluso que la bicicleta y el peluche gigante de Winie The Poo.