Me vino a la mente este triste café porque, hace unos meses y casi de repente, mi tía Mercedes se puso muy mal y la tuvieron que ingresar en el hospital. A ella, como a mí, le gustaba el café y siempre me ofrecía uno cuando la visitaba. Cuando volvió del hospital ya no era la misma: la pobre apenas se podía levantar de la silla. Así y todo, una de las últimas veces me dijo, casi disculpándose, que la próxima vez me haría un café… No llegó a hacérmelo y, por desgracia, no recuerdo el último café que nos tomamos juntos, porque en aquel momento no podía ni imaginarme que podría ser el último.
A mi tía Mercedes Fargueta Roig. Que en paz descanse.
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