10 marzo 2004

No entiendo.

No entiendo la muerte, no entiendo que no volveré a abrazar a Ben o a Pilar, que no volveré a hablar con ellos, ni los volveré a ver. No sé donde se han ido, realmente no lo sé, me acostumbraré pero eso no significa que lo entienda.
Vivimos como si fuéramos inmortales, como si siempre fuéramos a ser jóvenes y a estar sanos. Nos estamos perdiendo lo mejor de la vida, porque la perspectiva de falsa inmortalidad no nos deja disfrutar de lo esencial, de los pequeños detalles, del abrazo del amigo, de la sonrisa o del silencio cómplice...
La última vez que me despedí de ellos fue como tantas veces, no podía, ni siquiera imaginar, que sería la última. Después llegó la muerte, de la forma más inesperada y tajante, como nunca la esperamos.
Sin embargo, cada día empieza y acaba y, en cierta forma, nos está diciendo que nada es igual aunque se repita. Ese es el mensaje, todo se repite pero nunca es igual y mientras no entendamos esto no entenderemos ni la muerte ni la vida.


A Ben Webb y Pilar Catalán.

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