22 diciembre 2003

Ojos y corazón abiertos.

Respecto al post del día 19, en el que hablaba del libro de Enrique Barberá, no he podido seguir leyéndolo. Cierro los ojos y veo a mi abuelo en esa terrible situación, pensando en sus dos hijos de 5 y 9 años ( mi tío y mi padre).Eran hombres de otra pasta, acababan de salir de una guerra y luchaban por unos ideales que les daban una fuerza sobrehumana. Habían convivido con la muerte como con una compañera más y podían mantener la serenidad ( en la mayoría de los casos) ante situaciones que a nosotros nos harían enloquecer.

Para ellos unas horas eran toda una vida, después de que sacaban a los compañeros que iban a fusilar la noche anterior sabían que tenían unas horas más de vida, al igual que los domingos que no había "saca".
Afrontaban la muerte con los ojos y el corazón abiertos, sus ideales les mantenían una moral de hierro.


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