20 noviembre 2003

Dos bastones.

En medio de la plena efervescencia de una gran ciudad como Valencia se me ha quedado hoy, en la retina, la imagen de una pareja de ancianos, avanzando por la calle a duras penas, apoyados el uno en el otro y cada cual con su bastón. ¡Cuánta vida habrán visto pasar juntos ! ¡Cuánto podríamos aprender de ellos, y, qué poco cuentan ya para nosotros!
Apartamos a los niños en las guarderías y a los viejos en las residencias, o en la soledad de sus pisos esperando a la muerte, y nos dedicamos a producir, a comprar y a consumir. Sólo queda tiempo para eso, porque la actividad económica desplaza todo lo demás.
Si fuera una persona importante y con influencias diría que he tenido un sueño:
Una sociedad de personas, para las personas, en donde la actividad económica esté supeditada a la vida familiar y al desarrollo integral de las mismas, y no al contrario.
¿Sueño, utopía? Desde luego, pero creo que no debemos renunciar a ellos, son lo único capaz de hacer avanzar, de verdad, a las sociedades humanas.

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