La cazuela
Hoy, como todos los domingos, estoy haciendo el sofrito de
la paella con una cazuela entrañable para mí. Es una vieja cazuela de aluminio
de La Hispano-Suiza, con la tapa verde medio rota. Era de la tía Amelia, amiga
de mi madre. Por una serie de circunstancias, desde hace más de 25 años la
tengo y me encanta cocinar en ella. Casi siempre, como me ocurre hoy, me
recuerda a su antigua dueña y a su marido, el tío Alfredo. Cuando volvimos de
Barcelona, mi mujer y yo, nos alquilaron su piso de la calle Albacete de
Valencia, durante un año, y a pesar de la diferencia de edad llegamos a ser
buenos amigos. Ellos habían estado viviendo mucho tiempo en París y eso se
notaba en su visión, más abierta, del mundo. El tío Alfredo murió hace unos
años, y la tía Amelia no está demasiado bien de salud, pero cuando cocino los
recuerdo sonrientes y bromeando como lo hacían
hace muchos años. Seré sentimental o quizás un amante de la vida, desde
sus más pequeños detalles, y de las buenas personas.
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