Carta que me publicó el periódico El País, el lunes 11 de marzo de 1996:
Les pregunto por qué asesinan mujeres y niñas en Argelia y me responden que Alá es grande; por qué queman extranjeros en Alemania y me responden que Alemania es para los alemanes; por qué ponen bombas en el Corte Inglés de Valencia, por qué asesinan a una persona que pasea por la calle, a un abogado, a un profesor de universidad en su despacho... me responden: gora ETA, Euskadi libre. Quieren decidir por nosotros, raptar nuestro futuro. Y sus primeros rehenes son los que miran al otro lado, los que lo consienten o sus cómplices. Sus armas son nuestro miedo y sus pistolas.
Tienen mil caras, las mil caras de la muerte, de la sinrazón, de la intolerancia o del fanatismo. Necesitan simplificar un mundo complejo, al que su cobardia les impide enfrentarse tal como es. Por eso sus respuestas siempre son igual de maquinales, automáticas, rebosan de burda simpleza; son insultos a la más elemental inteligencia. Y no es casualidad, la inteligencia, la razón les desarmaría de inmediato aquí en España, en Argelia, en Europa o en cualquier parte del mundo.
Junto a la inteligencia, hay una fuerza sutil. Aparentemente surge de la nada,capaz de rebelarse y hacer frente a sus pistolas cuando se la pisotea. Ha podido con fascismos casi todopoderosos. La han teñido miles de veces de sangre, la ignoran hasta que es capaz de plantarles cara y vencerles: es la dignidad humana. El poder que nos da el saberse seres únicos e irrepetibles. El valor que eso tiene para todo ser humano y le hace capaz de enfrentarse a todas sus armas.